Sanando con Plantas Mujeres Recuperan la Sabiduría Ancestral

La vida nos ha regalado la oportunidad de reunirnos como mujeres y reflexionar sobre la menstruación y la menopausia. Creemos que cada etapa de la vida merece vivirse con dignidad y sin dolor.

Cinthia guió un taller que nos ayudó a reconectar con un poderoso conocimiento ancestral, recordándonos que nuestro territorio es medicina y que en él podemos encontrar todo lo que nuestros cuerpos necesitan. Para nuestra alegría, asistieron el doble de mujeres de las que originalmente se habían registrado, una clara señal de lo profundamente que este tema resuena y de lo necesario que es llevarlo a la conversación colectiva.

Hablamos de la vergüenza y la culpa, emociones que muchas de nosotras hemos asociado por años con la menstruación. Hablamos del dolor. Escuchamos muchas historias: honestas, valientes y profundamente resonantes.

Como parte de este encuentro, hicimos una caminata por el pueblo para identificar y recolectar plantas medicinales que crecen en los cerros y a lo largo de los caminos. Encontramos muchas plantas que habían sido olvidadas, que ya no se usan, pero que todavía recuerdan las curanderas y abuelas locales. Juntas confirmamos la magia sanadora de estas plantas, transmitida de generación en generación.

Nuestra compañera Mirna conocía innumerables remedios; la compañera Ángela trajo flor de mayo (guiechachi – en zapoteco) y hojas de guayaba de su jardín. Hablamos del cordoncillo y la lengua de vaca, usadas por lxs curanderxs tradicionales para aliviar los dolores de cabeza.

Luego preparamos las medicinas. Comenzamos con aguas florales, extrayendo aceites esenciales con alcohol. Estas mezclas de aroma dulce nos recordaron por qué las flores florecen tan radiantes en el Istmo de Tehuantepec. Con guiechachi, jazmín y flor de Japón, creamos una bruma refrescante, usada tradicionalmente para aliviar el cansancio y los dolores de cabeza.

También elaboramos tinturas madre para los retos relacionados con la menstruación y la menopausia. Cada una de nosotras trajo diferentes síntomas al espacio: cólicos menstruales, colesterol y triglicéridos altos, desbalances hormonales, baja libido, infecciones urinarias, insomnio, depresión, ansiedad y problemas digestivos.

Finalmente, aprendimos a hacer aceites herbales usando ingredientes como rosa de castilla, pericón, aceite de aguacate y aceite de haragán. La riqueza de esta experiencia fue abrumadora. Nos sentimos plenas: de conocimiento, de sanación y de la alegría de encontrar un remedio para cada dolor, una medicina para cada hermana.

También fuimos bendecidas con la presencia de Luna, una cantautora colombiana cuyas canciones sanadoras abrazaron y elevaron nuestra experiencia colectiva.

Gracias, gracias, gracias, por ayudarnos a darle vida a la salud colectiva y local. Estamos recuperando nuestra capacidad de sanar con las plantas de nuestra tierra. Todavía hay un largo camino por recorrer, pero sabemos que esta tierra de mujeres sanadoras pronto despertará la medicina de las plantas aquí en Mixtequilla.

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